El ego nace con nosotros cuando venimos al mundo. Cuando somos niños, a través del cariño, del amor, del cuidado, sentimos que somos buenos, valiosos, que tenemos alguna importancia. Nace un ego, un “centro”. Pero este centro es un centro reflejado. No es nuestro verdadero ser. No sabemos quiénes somos, simplemente sabemos lo que los otros piensan de nosotros. Y este es el ego: un reflejo de la opinión de los demás.
Si cuando somos niños nadie piensa que somos útiles, nadie nos aprecia, nadie nos sonríe, entonces también nace un ego. Un ego enfermo, triste, rechazado, como una herida, sintiéndose inferior, sin valor.
Esto también es el ego. Esto también es un reflejo.
Primero es la madre la que crea nuestro mundo. Después otros se le suman a la madre y así ira creciendo el mundo del niño. Y cuanto más crecemos, más complejo se vuelve el ego, porque las opiniones de muchos más son reflejadas.
El ego es un fenómeno acumulativo; es el subproducto de vivir con otros. Y como lo real, sólo pue…